Las trufas griegas son un tipo de hongo que crece bajo tierra y, como todos los hongos, carecen de estructuras vegetales esenciales como raíces, tallos y semillas, que se encuentran típicamente en plantas con flores (fanerógamas, espermatofitas).
Los antiguos botánicos Dioscórides y Teofrasto proporcionaron descripciones precisas y concisas de las trufas griegas. Dioscórides señaló: “El hydno es una raíz redonda sin hojas, sin tallo, de color amarillento, que se cosecha en primavera. Es comestible y se puede consumir crudo o cocido”.
Teofrasto explicó: “El hydno no tiene tallo, rama, ramita, hoja, flor, fruto, piel, duramen, fibras ni vasos”. Durante mucho tiempo, los orígenes de este hongo fueron enigmáticos y presentaron desafíos para los botánicos hasta que finalmente desentrañaron la verdadera naturaleza de estos hongos.
La notable falta de estructuras reproductivas ha dificultado la comprensión de cómo se reproducen las trufas griegas, lo que ha llevado a muchos a creer que simplemente aparecieron al azar en el suelo. A diferencia de las semillas de las plantas con flores, las esporas de los hongos son microscópicas e invisibles a simple vista; antes de la invención del microscopio, su existencia era en gran medida desconocida.
Al igual que todos los hongos, las trufas griegas se reproducen a través de esporas generadas en estructuras reproductivas especializadas de ascomicetos, que normalmente se propagan por la tierra mediante elementos naturales como el viento y el agua. Es notable observar que nuestros antepasados, a pesar del limitado conocimiento científico de su época, teorizaron con precisión que las trufas griegas se originaron a partir de semillas.
Las trufas griegas son macroscópicamente reconocibles por el color y la textura de sus superficies, que pueden ser lisas o rugosas y presentarse en tonos de blanco, tostado o negro.